Verdaderamente el entorno es oscuro, no hay buenas expectativas; por lo mismo, es reprochable que nuestras autoridades de turno aprovechen cada oportunidad que tienen para pronunciar discursos cargados de ideología, con lo cual sólo atizan la división y el odio en la familia hondureña

¡Qué bochornoso ha sido, asimismo, escuchar los feroces ataques espetados entre los mismos exponentes del Gobierno del Poder Popular, a propósito de las expectativas de que Honduras se convierta en una réplica de los regímenes de izquierda de América Latina!

Son ideas extremas las que pregonan nuestros líderes del socialismo democrático. Si no, hagamos memoria de la violenta reacción del titular de Planificación Estratégica, Ricardo Salgado, contra aquéllos que -según él- son anticomunistas trasnochados, en alusión a su mismo compañero de Gabinete y ministro de Desarrollo Económico, Pedro Barquero, quien antes se había declarado a favor de buscar nuestras propias soluciones.

¿Por qué están ofuscados y empecinados los gobernantes en satanizar a quienes defienden la democracia, las libertades y la voluntad de las mayorías?

La salida a nuestros problemas no está en seguir el modelo de Nicolás Maduro, ni el de Daniel Ortega o el del Castrismo, sino en formular nuestra visión de país con base en la democracia, la transparencia, la defensa de los derechos humanos y el respeto a la propiedad privada.

La respuesta a nuestra crisis social, económica y política está en llegar a consensos en un entorno de paz, democracia y justicia. La importación de ideologías desgastadas sólo nos va a llevar a la anarquía.

Vamos a perder el país si continúan “viento en popa” los planes para embarcarnos en una consulta popular y, posteriormente, en una Asamblea Nacional Constituyente como es la consigna del Gobierno, proclamada por el propio expresidente, Manuel Zelaya Rosales.

Más del 70 por ciento de los hondureños son pobres, 250 mil personas se agregan a los desocupados cada año, tres millones viven con un dólar al día y la misma proporción de compatriotas están en riesgo alimentario.

El sistema de salud es una calamidad y la educación pública ha excluido a más de un millón de menores, considerados como una generación perdida y nuestro Estado de Derecho está desfalleciendo. ¿Para dónde vamos?

Con problemas de tal magnitud, no podemos perder nuestra Honduras en medio de la persecución ideológica, de los pensamientos obtusos de algunos y de la implantación de una autocracia.

Señores gobernantes, opositores políticos: ¡Busquen acuerdos para reconstruir la esperanza de vivir en un país con equidad social, justicia, paz y libertad!