A paso lento es abordado el gigantesco desbalance entre los ingresos y los gastos de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), pese a que tiene un peso destructivo sobre las finanzas del país.

Las autoridades gubernamentales han convocado a reuniones en las que se busca revisar los contratos de generación y volver a negociar algunas de sus cláusulas que presionan de una manera atroz el estado financiero de la estatal.

Ese llamado a las partes no se había realizado sino ahora, cuando los reclamos por parte de ciertos generadores rayan la línea del chantaje, en tanto han amenazado con suspender sus operaciones si los pagos no son saldados de inmediato.

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Es sabido que la revisión de los lesivos contratos de generación de potencia fue postergada de manera premeditada en las administraciones anteriores por puro cálculo político o para proteger a las mafias que se establecieron, con la intención de sustraer todos los recursos de la ENEE y destruir la empresa.

Y en el presente mandato se ha actuado con mucho letargo en la adopción de medidas radicales que al menos sienten las bases para el rescate de la entidad pública.

Esperábamos que se procediera con mayor oportunidad en la consecución del propósito de sanear la empresa. Porque tenemos la percepción que tampoco los funcionarios que recién llegaron al poder saben cómo enfrentar la crisis, cómo cargar con el descomunal déficit de la ENEE y de qué manera evitar que se hundan todas las finanzas del país.

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Los mismos reportes oficiales señalan que la deuda de la institución con los desarrolladores térmicos y renovables ascendía a unos 16,000 millones de lempiras al término de febrero de 2022, en contraste con los 8,000 millones que estaban en mora hasta diciembre de 2021.

Las cuentas acumuladas por la ENEE se han multiplicado y formado una bola de nieve que no deja alternativa para sanear las finanzas de institución de servicio público.

No menos del 66 por ciento de los ingresos facturados por consumo en los sectores residencial, comercial e industrial, es orientado al pago a los generadores de energía térmica y renovable.

Con un déficit acumulado de más de 70 mil millones de lempiras y pérdidas superiores a 92 millones de lempiras al día, la ENEE no es sostenible y, lo que es peor, está horadando las finanzas públicas.

Ya no podemos seguir postergando las acciones absolutas e inapelables dirigidas a sanear la ENEE; y esto pasa por ajustar los acuerdos de generación y por desmontar las redes de corrupción que han conspirado para destruir la estatal eléctrica.

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