La reciente vista a Honduras de una misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) deja en el ambiente, como casi siempre sucede, una sensación de incertidumbre sobre la realidad económica del país, las medidas que el nuevo gobierno está adoptando y las recomendaciones, casi obligatorias que este organismo exige para alcanzar el aval de futuros acuerdos.

Las consideraciones establecidas en el comunicado de cierre de visita emitido por el FMI publicado en su página web, reiteran lo que ya todos sabemos y que han sido por décadas las permanentes exigencias para los diferentes gobiernos y que básicamente están resumidas en la contención del gasto, el control inflacionario, el impulso de un crecimiento económico sostenible, el manejo adecuado del déficit fiscal y el cuidado en los niveles de endeudamiento interno y externo.

Aunque los elementos anteriores no representan mayor novedad o descubrimiento, es preocupante que hasta ahora no hay evidencias que demuestren la intensión gubernamental de un saneamiento en las finanzas estatales, y como referencia, la incertidumbre por la utilización de mil millones de dólares de las reservas del Banco Central que se dicen serán destinados a fortalecer la inversión pública pero que algunos analistas cuestionan irán para el pago de burocracia.   

Llama la atención por otro lado el optimismo con el que las autoridades del gabinete económico evalúan la visita calificándola de positiva, no obstante, revisando la declaración oficial, no se ve por donde la misma pueda tener mayor impacto, es más, el FMI destaca como relevante el compromiso del país para honrar deudas y asegurar sostenibilidad.

La continuidad de los acuerdos con “papá fondo” no debe bajo ningún punto estar condicionada a exigencias que vayan en perjuicio de la mayoría de los hondureños que son los que tradicionalmente absorben la pesada carga de los paquetes de medidas económicas concertadas con este organismo.

Suficiente es por ahora el golpe económico que representa el desmedido incremento a los combustibles que se relacionan directamente con el alza a los productos de la canasta básica familiar, el transporte y la tarifa de la energía eléctrica, en contraposición, los salarios siguen siendo bajos y la capacidad adquisitiva cada vez es menor.

El gobierno debe ser estratégico pero prudente y humano al momento de negociar, la población se apretó la faja ya hace muchos años, ahora toca a las nuevas autoridades retribuir ese sacrificio con medidas económicas que favorezcan e incentiven la producción, que promuevan la generación de empleo y sin olvidarse de ser contundentes en aplicar todo el peso de la ley contra aquellos malos hondureños que le roban al país.