Una noche de Semana Santa, mientras paseaba a mis perritos, Gladiador y Maximus, por las calles desiertas de la ciudad, viví una experiencia que me hizo reflexionar profundamente sobre la fragilidad de nuestra cotidianidad.

Liberé a mis cachorros de sus correas para que disfrutaran de la libertad en un área verde, pero la tranquilidad se vio interrumpida cuando ambos perros, atraídos por una presencia desconocida, me arrastraron en una frenética persecución. Esta aventura nocturna, aunque concluyó sin incidentes gracias a la bondad de desconocidos, fue un presagio de cómo eventos inesperados pueden alterar nuestra paz en segundos.

Golpe de calor en Honduras

Esta reflexión se profundizó en abril de 2023, cuando la Universidad de Bristol reveló un estudio alarmante que colocaba a Centroamérica entre las regiones más susceptibles a sufrir un aumento dramático de las temperaturas. La investigación pedía a gritos medidas preventivas ante lo que podría ser un escenario de temperaturas mortales.

Sin embargo, mi intento de difundir este mensaje crítico y fomentar la acción entre nuestras autoridades y la ciudadanía se ha topado con un muro de indiferencia. Es desalentador ver cómo temas críticos para nuestra supervivencia son relegados por la distracción de asuntos triviales, manipulados por políticos que juegan con la atención pública como si fuera un mero entretenimiento.

Urge implementar acciones

Ante la inacción, me pregunto: ¿quién llevará la carga de esta negligencia? Ya vemos las consecuencias: personas afectadas por el calor extremo, vidas en riesgo, y un ecosistema en declive debido a prácticas insostenibles. La responsabilidad recae no solo en los funcionarios que ignoran la ciencia, sino también en aquellos empresarios cuyas prácticas depredadoras saquean nuestro entorno natural. ¿Quién juzgará a los contaminadores y a los que, por ganancia, destruyen nuestra tierra?

En este artículo de opinión, hago un llamado a la conciencia colectiva. Es imperativo reconocer que la naturaleza, generosa como es, no requiere de nuestra presencia para florecer, pero nosotros dependemos vitalmente de ella. El verano más caliente de nuestra historia no es más que un preludio de lo que está por venir si no actuamos.

Por ello, insto a cada lector a no solo cuidarse frente a las altas temperaturas, sino también a tomar medidas activas en su entorno inmediato: plantar árboles, reducir el consumo insostenible, y exigir a nuestros líderes políticos que prioricen el bienestar ambiental sobre la complacencia política. Es momento de ensuciarnos las manos por una causa mayor: la supervivencia de nuestro planeta y, por ende, la nuestra.

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