Reza un dicho que por la víspera se conoce la fiesta. Y si hay algo sobre lo que nos han alertado desde la academia y también economistas independientes, es que el presupuesto general de ingresos y egresos del 2023 será más de lo mismo. La misma mona en distinta rama, como también reza el otro y popular adagio.

Al Fosdeh le inquieta que la discrecionalidad en el manejo de los recursos estatales siga tal cual y en el Colegio de Economistas ven con preocupación que el instrumento fiscal del próximo año no esté alineado con un plan de desarrollo, y menos, que responda a una política fiscal congruente y sostenible.

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El presupuesto general debe comenzar a ser discutido hasta este día en la cámara legislativa, y de entrada, el instrumento, lamentan economistas, queda ya a deber. No se define cuál es la ruta para generar empleo masivo y tampoco aclara el camino que el nuevo gobierno tendría que seguir para impulsar y reflotar al sector productivo.

Los economistas y organizaciones de sociedad civil como el Fosdeh no atisban a ver un instrumento ambicioso y estructurado, generador de empleo masivo y reactivador del alicaído aparato productivo, y más bien les inquieta el hecho de que para financiarlo se tenga que recurrir a más y cara deuda.

Honduras se ha quedado a la zaga en la implementación de planes de país y visiones de estado que en un quinquenio, como lo han hecho otros países, haga viable la meta de crear, digamos, 600 mil nuevos empleos, y abrirle expectativas laborales a los más de 300 mil jóvenes profesionales o egresados del sistema formal técnico que anualmente pasan a formar parte de la Población Económicamente Activa del país.

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Y en una nación en donde a través de su historia, no se ha podido encontrar la “fórmula mágica” para crear puestos de trabajo masivo y buenos empleos, apostar de una vez a las políticas de estado y planes con visión de país, tendría que ser ahora, como tuvo que serlo antes, la hoja de ruta que nuestra clase política tendría ya que estar recorriendo para que los hondureños podamos por fin comenzar a ver la luz al final del túnel.

Un reciente informe del Instituto Nacional de Estadísticas estimaba que el 79.6 por ciento de la población hondureña está en la edad de trabajar, y sin embargo la Población Económicamente Activa apenas representa el 48 por ciento. ¿No debería ser entonces una prioridad en el presupuesto general y en cualquier instrumento de política pública, la generación de empleo masivo?

Está demostrado que un empleo y un salario son responsables de disminuir la pobreza en alrededor del 40 por ciento. Y en un país en donde una mayoría, el 80 por ciento, trabaja en el sector informal sin protección social y por bajos salarios, y en sectores tradicionales de baja productividad, la generación de más fuentes de trabajo se vuelve un asunto de prioridad nacional.

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La desocupación y el desempleo provocan un deterioro terrible en la calidad de vida de la población, por lo que dejar de apostar a la generación de empleo pasando a un segundo plano un plan de país o una política pública, es seguir haciendo lo mismo, o lo que es igual, seguir haciendo nada!