Son diversas las dudas que se desprenden del Presupuesto que ha sido modificado y elevado en grado superlativo desde los 309,000 millones hasta los 360,000 millones de lempiras.

Los especialistas en economía y finanzas han colocado especial acento en cómo será financiado el plan de ingresos y gastos reformulado para el período fiscal 2022, porque -de conformidad con lo que se ha vaticinado- un instrumento fiscal tan abultado como el que ha sido aprobado, derivará en más inflación y en más cargas tributarias.

Por encima de todo, gravita sobre las finanzas un riesgo que hay que examinar: la contratación de nuevos préstamos que se va a traducir en una subida de 30,000 millones de lempiras en la deuda pública.

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Los números son inequívocos. En el Presupuesto de la República que había sido formulado y aprobado en la gestión pasada se orientaban 52,000 millones de lempiras al pago de la deuda, pero en el nuevo programa está contemplada la estratosférica cantidad de 82,000 millones para el cumplimiento de dicha obligación.

La deuda pública es uno de los lastres con los que hemos cargado los hondureños. En la medida en que se han adquirido más compromisos, así se ha empobrecido más el país, ensanchado la injusticia social y comprometido más el desarrollo económico sostenible.

Tenemos a cuestas un descomunal endeudamiento de 16,000 millones de dólares que corresponden al 65 por ciento del Producto Interno Bruto.

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Por cada lempira que es recaudado en concepto de tributos, unos 70 centavos son asignados al pago préstamos. ¿Acaso no es esto semejante a que los hondureños vivamos con una soga al cuello, sin recursos disponibles para la inversión pública, la creación de puestos laborales y el alivio de la pobreza?

La ruta que ha tomado el manejo de las finanzas provoca desasosiego, en tanto y en cuanto está planteada la adquisición de nuevos empréstitos.

¿Deuda sobre más deuda? ¿Cómo se interpreta que hayamos caído en el opresivo y angustioso círculo de mayor endeudamiento, más gastos, más burocracia, más impuestos y menos desarrollo socio-económico?

En períodos de crisis, como el que sobrellevamos ahora, las medidas para reencauzar las finanzas deben ser correctas, consistentes, bien pensadas y creíbles. Por ahora, tenemos muchas dudas de que el manejo fiscal que ha trazado el nuevo gobierno sea el más consecuente con la disciplina, la austeridad y la racionalidad.

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