“Vuela siempre hacia arriba, hacia la cúspide del monte coronado de águilas, hacia la gloria de la luz”. Con esta corta, pero significativa frase inicia uno de los más grandes ensayos que sobre superación personal se han escrito en América Latina.

Excelsior, del poeta y periodista hondureño Juan Ramon Molina, describe magistralmente la riqueza de pensamiento, de obra y acción que identifica a las personas excelentes en todos los aspectos de la vida personal y profesional.

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Los hombres y mujeres de características excelentes aportan de manera positiva en el entorno en que se desenvuelven, cultivan pensamientos de calidad, muchos de los cuales terminan materializándose, desarrollan y usan para bien su potencial y su liderazgo.

A ese tipo de personas se refería el poeta a sabiendas que en ellos está el fundamento de una nueva sociedad.

Son los excelentes los que con pequeños hechos y actitudes van traspasando la normalidad rutinaria del deterioro social marcado por la desobediencia, los conflictos, la envidia el dolor, la autosuficiencia, discriminación, desigualdad, corrupción, descontento político y otros males que nos aquejan y dividen.

Ante esto recomendaba: No causes tormentos, ni sordas iras, ni envidias bajas, ni rivalidades ruines. Sé generoso. Sé noble. Sé leal, y más adelante agrega: No tengas fiebres, ni insomnios, ni desesperaciones, ni desmayos, ni vértigos, ni alegrías locas, ni cóleras pasajeras.

Esto turba la serenidad grandiosa del alma y hará de ti un neurasténico, sujeto al cambio del clima, a las fases de la luna, al humor de los demás.

Pero la gran pregunta no es ¿cómo? sino ¿quiénes? Lo segundo nos llevará a lo primero. Claramente hay marcadas diferencias y para lograr la excelencia debemos primero procurarla.

En mi tesis sobre “La Ética de la Excelencia” comparto que en el competitivo y acelerado mundo de hoy “hacer las cosas bien no es suficiente, no ajusta siquiera para mantenerse, hay que ir a más, hay que hacer cosas diferentes, ir a lugares donde otros no han ido, el éxito está garantizado para los que día a día van en busca de la excelencia”.

Esta búsqueda diaria de la excelencia está marcada por tres características muy propias; primero, resalta un trabajo de considerable calidad, satisface de manera plena y completa las necesidades requeridas, implica la mejora continua, ofrecer siempre lo mejor de cada uno, lo que somos y hacemos.

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Esta calidad es requerida en ambientes donde se acostumbra hacer las cosas a la carrera o “por salir del paso”.

En segundo lugar, la excelencia se relaciona a la idea de perfección y a características sobresalientes.

En un mundo laboral y profesional cada vez más inestable, es necesario hacer las cosas de la mejor manera posible.

Aprender, fortalecer y aplicar herramientas y habilidades que permitan alcanzar metas y objetivos concretos se manifiesta en personas que desarrollan talento y potencial en mayor medida que la mayoría.

Finalmente, una tercera característica de la excelencia en una persona que está por encima del resto es que destaca significativamente, sabe reinventarse, cambiar, adaptarse, es capaz de ver más allá de su área de incidencia, esto va permanentemente ligado a la creatividad y la innovación.

Mucha gente hoy sabe lo que quiere, pero no lo que debe hacer para alcanzarlo. Viven en una errónea idea de un mundo el que se llega a la meta de la manera más rápida posible y sin el menor esfuerzo, esta es la principal fuente del fracaso.

Tampoco es cierto que procurar la excelencia nos hace infalibles, estamos expuestos a no lograrlo en el primero, segundo o tercer intento, pero será más fácil retomar el camino a seguir.

Sobre lo anterior también reflexionaba Molina. El escritor en carne propia había experimentado la tranquilidad del éxito y la incertumbre del fracaso, momentos buenos y otros malos, y propone: Sube, sube, sube; y si bajas, si quieres bajar, baja prendido a la crin (cola) de los huracanes. Vive con dignidad bajo el sol.

Solo las personas excelentes pueden transformar para bien su entorno en el trabajo, en los estudios, en los negocios o en cualquier situación diaria, pero requiere de hábitos distintos, cambios, autodisciplina, persistencia, decisiones correctas y esfuerzo, entre otros “sacrificios” que muchos no están dispuestos a hacer.

Al final la decisión es personal, es aspiracional, recuerde que el mundo recompensa a los que hacen y no a los que piensan en hacer. No es mañana, es hoy.

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