Las redes sociales como un nuevo mecanismo de expresión ciudadana, se han convertido últimamente en plataformas para el insulto, en especial para sectores vulnerables como las mujeres y la comunidad LGTBI, revela un reciente estudio en Honduras. El uso inadecuado que de las mismas hace la ciudadanía vuelven estas interesantes formas de comunicación, en un vehículo de toxicidad promotor del odio y la discriminación.

Un reciente trabajo sobre ciberviolencia en mujeres, realizado por el Centro de Derechos de Mujeres (CDM), indica que las plataformas más utilizadas para el insulto y la denigración son Facebook, WhatsApp, Messenger, Telegram, Twitter, Instagram, así como llamadas telefónicas y los mensajes vía teléfonos móviles, entre otras. Los mensajes que reciben las mujeres son insultos en comentarios públicos y expresiones discriminatorias, profesadas en su mayoría por personas del sexo masculino, y una que otra mujer.

“En Facebook subo foto cuando salgo a las marchas de la comunidad LGBT y empiezan a insultarme, diciéndome como una mujer con hijo puede ser lesbiana, empiezan a mandarme imágenes morbosas, y me dicen que no he tenido un buen chico que me hace cosas ricas”, relata una de las afectadas por la ciberviolencia, consultada para el informe del CDM.

La ciberviolencia se ha instalado como un nuevo fenómeno de la violencia de género que cobra fuerza en las plataformas de las redes sociales, volviéndose así en plataformas del insulto. Si de mujeres políticas se trata, los niveles de ofensa suben de intensidad, según la coyuntura. La diputada por Libre, Beatriz Valle, es el más claro y reciente ejemplo de intolerancia política, y batalla en soledad los insultos, amenazas y agresiones que es objeto desde las plataformas sociales.

El nivel de la violencia de género, que se suma al de polarización del país, ha llevado a la Corporación Televicentro y Emisoras Unidas a adentrarse en el mundo de las novelas con causa, orientadas a visibilizar la violencia de género, en asocio con entidades como el Ministerio Público y organismos cooperantes como USAID. Las mismas van acompañadas de campañas de sensibilización y educativas que buscan una mayor comprensión de este fenómeno, sus formas de abordaje y la generación de conciencia social y ciudadana. Es un esfuerzo que viene a complementar uno de los propósitos de los medios y el periodismo: orientar, servir y educar.

Todos podemos ser víctimas de la ciberviolencia, donde personas amparadas en el anonimato, sueltan su odio y su rencor. El país según el CDM carece de mecanismos claros para combatir y abordar este fenómeno que usa las plataformas para insultar, manipular, discriminar y agredir con el fin de desestabilizar psicológicamente a sus víctimas. Revertir esa tendencia pasa por no ser megáfono de esos hater, bots y call center que surgieron para eso: intoxicar las redes sociales. La denuncia siempre es válida y es tiempo de contar ya con una ley integral que aborde las violencias de género para identificar y desnudar a sus agresores y promotores. La máscara debe caer.