La mayoría de las personas tienen anhelos y sueños, cosas y condiciones que en el futuro esperan disfrutar, en tanto llegan viven en sus rutinas, en la realidad que actualmente tienen y toleran con mayor o menor esperanza.

Entonces se vive soportando el presente y anhelando el futuro, teniendo a veces unas “probaditas” de eso tan esperado, en las vacaciones, en eventos festivos, en ocasiones especiales.

En la rutina, esa que se tolera día tras día, las cosas, las personas, y las situaciones que les rodean, están llenos de “normalidad”, tanta que los pasan desapercibidos o incluso llegan a provocarles hastío, pasan una y otra vez por la calle de siempre, ya casi sin ver el paisaje, van día a día al trabajo, donde lo que más se anhela es que llegue el horario de salida o el día libre, en casa se llega a interactuar  con los miembros de la familia, tolerando sus hábitos, sus personalidades, limitándose a las condiciones de la convivencia y muchas veces, imaginando una “maravillosa libertad”

Esa perspectiva cambia totalmente cuando por cualquier circunstancia esas cosas “normales” dejan de ser parte de la vida, cuando el trabajo se pierde, cuando se cambia de casa, cuando los hijos se van, los padres enferman o fallecen, todas esas cosas que se daban por seguras, comienzan a cobrar valor e importancia, se les añora y entonces la atención y deseo se mueve del futuro al pasado.

La ausencia nos hace descubrir lo maravillosas que son esos momentos y personas; lo que me lleva al punto que quiero compartir, y para ello me dejaré ayudar del conocido refrán, “nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”, se lo habrás escuchado decir con las mismas o diferentes palabras, al estudiante que se graduó e independizó, al hombre que se divorció, al migrante que añora su patria, al viejo que recuerda su juventud…

Estamos rodeados de maravillas que ya forman parte de nuestra vida, no tenemos que esperarlas, ¡solo necesitamos comenzar a disfrutarlas! Estas maravillas están veladas, ocultas tras nuestra forma de pensar, nuestra “distracción por la rutina”, escondidas por los “paradigmas sociales de lo deseable y lo exitoso” sin tan solo modificamos nuestra óptica, y ponemos nuestra atención en las virtudes de esos momentos, contextos y personas, nos damos cuenta que nuestra vida está llena de tesoros.

Te invito a detenerte un momento y reconsiderar lo que tienes y vives en este momento, y en dónde estás enfocando tu atención, la biblia nos aconseja sobre esto:
“En fin, hermanos, piensen en todo lo que es verdadero, noble, correcto, puro, hermoso y admirable. También piensen en lo que tiene alguna virtud, en lo que es digno de reconocimiento. Mantengan su mente ocupada en eso”. Fil 4:8

Para esto tenemos un arma secreta en nuestro cerebro, el complejo de órganos y funciones cognitivas que regulan nuestra atención, (SAR) si intencionalmente buscas la virtud, lo agradable, lo feliz, tu cerebro se encargará de quitar el velo y mostrártelo continuamente en las personas y las circunstancias a tu alrededor

No esperes la pérdida, la ausencia y el dolor para valorar lo que tienes, y no estoy hablando de volvernos conformistas y resignados, todo lo contrario, esto es una cuestión de voluntad y de inteligencia emocional, si decides que tu corazón y tu mente aprecien todas las maravillas que componen tu vida, todas las virtudes de las personas que te rodean; comenzaras a disfrutar y podrás vivir tus sueños en el presente, adquirirás un sentido de gratitud,  impactaras positivamente la vida de otras personas, en especial tu familia y te sentirás cada vez más feliz. 

Te deseo que logres cambiar de enfoque y logres descubrir y disfrutar nuevas maravillas y tesoros cada día y cada etapa de tu vida.