Emergencia alimentaria e improvisación
Las alarmas están encendidas. Más de 200 municipios están bajo amenaza por sequía mientras unas 250 mil familias, rurales y urbanas, vivirán en los próximos meses bajo estadios de inseguridad alimentaria.
El fenómeno del niño nos volverá a golpear de lleno este año y los augurios para el aparato productivo nacional no son nada alentadores.
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La sequía prolongada por culpa del fenómeno reducirá el volumen de lluvias hasta un cuarenta por ciento y la cosecha de granos como el sorgo o maicillo, vital para alimentar el ganado bovino, podría caer hasta en un setenta por ciento.
Los efectos que la adulteración meteorológica provocaría, según los peores pronósticos, sería tan impactante como la que el país enfrentó ya hace unos cuantos años atrás, cuando el niño echó a perder la cosecha de un millón de quintales de frijol y maíz.
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Lo que los expertos pronostican es que la falta de lluvias afectará en mayor grado las zonas sur y oriental del país, aunque también los departamentos del centro de honduras, que incluye a municipios que se encuentran dentro del cinturón denominado corredor seco.
Los pronósticos sustentados en las cartas meteorológicas han encendido ya las alertas y otra vez la producción de granos básicos, menguada en las últimas dos décadas, está de nuevo peligro.
Seguimos, lamentablemente, a expensas de una naturaleza caprichosa, pero más, de la falta de planificación, de visión y misión, que como país, nos hubiese permitido enfrentar sus embates, a través de políticas públicas, de prevención y mitigación de riesgos y consecuencias.
Como hemos postergado como país la planificación sistemática que le hubiese permitido a los agricultores y productores asumir con menor nivel de daño las embestidas cíclicas de la naturaleza y el cambio climático que generan los patrones erráticos de lluvias o de falta de ellas.
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Es claro que más allá de la implementación de planes contingenciales para mitigar, a partir de las alertas tempranas, los efectos del errático comportamiento de la naturaleza, el campo y el aparato productivo nacional reclaman una estrategia estructural y sostenible para enfrentar las temporadas de sequía, como la que este año nos va a tocar enfrentar, o el exceso de lluvias, cuando fenómenos como la niña, alcanzan cíclicamente otros años, el territorio nacional.
Las patrones meteorológicos y el cambio climático son ya irreversibles, por lo que el Estado de Honduras, la institucionalidad, deberían estar ya ocupados en el gran desafío de articular las políticas públicas que frente a los efectos de esos patrones erráticos y alterados, no nos vuelvan a agarrar, como parece volverá a ocurrir esta vez, con los pantalones abajo.
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